Journey Through Poetry: Una aventura entre beats y versos.
Todo viaje inicia con una revelación
Desde que tengo memoria, la poesía me ha acompañado como un eco subterráneo. A los 15 años descubrí a Jaime Sabines y con él la primera obsesión verdadera por un lenguaje que no se conforma con nombrar las cosas, sino que las transforma. A los 16, mientras leía la biografía de Jim Morrison, apareció Arthur Rimbaud y de su mano el abismo encantador de la poesía francesa. Desde entonces, he sido un caminante más en esa selva de símbolos que es la poesía.
La llegada de los diez
Nunca planeé este set como un tributo. Más bien, fue un conjuro. Una a una, las voces se fueron manifestando, reclamando su lugar. A Nicanor Parra lo conocí cargando cajas durante una mudanza; el libro de Antipoesía apareció entre los restos de la biblioteca de mi tío. A Jaime Sabines lo escuché por primera vez en un taller de poesía de la preparatoria. A Alan Watts lo descubrí en la universidad, durante una de esas crisis silenciosas que nos reforman desde adentro. A Nezahualcóyotl lo encontré en la casa de un antropólogo en Tepoztlán; a Nicolás Guillén, en un documental sobre cultura cubana. Gabriela Mistral me habló desde la camiseta de una amiga, y Cortázar llegó por recomendación de mi prima, recién fanática de Rayuela. Jodorowsky se me presentó primero como cineasta, pero su poesía —escrita ya en la madurez— me atrapó. Baudelaire vino por vía familiar, cortesía de mi tía historiadora. Y Edgar Allan Poe fue un regalo espiritual de mi padre. Todos llegaron por razones distintas, pero todos venían con un mensaje.
Fragmentar para recordar
“Journey Through Poetry” es el segundo episodio de mi serie de aventuras sonoras A Journey. En este set, quise construir un viaje que se alejara de la pista de baile y se acercara al alma. Durante casi 55 minutos, se fragmentan, se mezclan y se reforman ritmos electrónicos y texturas sonoras para sostener las palabras de estos diez poetas.
Fue un proceso largo, de más de 500 horas: limpieza de audio, afinación minuciosa, mashups imposibles. Tomé voces de vinilos, casetes, grabaciones caseras, CDs, YouTube y archivos de estudio. Cada sample pasó por el filtro del respeto. No era una sesión cualquiera, era una ceremonia.
El remix como filosofía de vida
En esta obra entendí con claridad que mi arte vive en la multiculturalidad y lo multidisciplinario. Me gusta trabajar desde la mezcla, la ruptura, la hibridación. La vida, al fin y al cabo, también es un remix: de personas, de recuerdos, de paisajes.
Este set no busca vender, ni encajar en tendencias. Es un homenaje. Un intento por preservar, amplificar y difundir la palabra de diez autores que han moldeado mi manera de sentir, pensar y crear. Hacer música con un propósito superior eleva el alma. Y eso, en sí mismo, es razón suficiente para crear.
Este episodio ha sido escuchado por más de 9,000 personas en todo el mundo. De ahí surgieron invitaciones a clubes y fiestas privadas, conexiones inesperadas que me recuerdan que la poesía —como la música— no conoce fronteras. Si algo me enseñó esta experiencia es que hay un público sensible allá afuera, esperando vibrar con propuestas que vienen desde el corazón.
Y yo seguiré el viaje. Porque aún quedan muchos versos por samplear, muchos silencios por habitar, muchas atmósferas por descubrir.
Puedes escucharlo en el siguente link: