Magia Negra en Armenia: Mis sonidos cruzando continentes.

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Palabras clave: música experimental México-Armenia, Homard Project Rambalkoshe, sonidos de campo originales, colaboración internacional musical, arte sonoro contemporáneo, exclusividad sonora

La invitación: eco desde Armenia

La primera vez que recibí la invitación de Vaham Stepanyan para formar parte del privilegiado listado de productores internacionales curados por Rambalkoshe, sentí una emoción que me recorrió todo el cuerpo. Era la confirmación de que mi música estaba llegando a los oídos adecuados. Siempre he considerado mi creación musical como un laboratorio en constante experimentación, alejada de tendencias comerciales y convencionalismos estéticos. Bajo esta visión decidí aceptar el reto, recorrer México y registrar sus sonidos como un homenaje profundo a grandes maestros mexicanos, particularmente al legendario Carlos Santana, a quien honré incluso en el título de la obra: Magia Negra.

Buscando sonidos en el vasto México

Elegir instrumentos y sonidos en un territorio tan diverso como México siempre es una aventura sonora. Durante semanas viajé con micrófono en mano, grabando ambientes, instrumentos y voces que resonaban profundamente con mi concepto de Magia Negra. Santana utiliza esta frase para describir la atracción irresistible y posiblemente destructiva que siente el narrador hacia una mujer seductora. Yo buscaba traducir esa misma sensación magnética e hipnótica en una colección de sonidos mexicanos auténticos y profundamente vibrantes.

Cada captura sonora fue una revelación: desde el ritmo de tambores prehispánicos en puebla hasta el eco metálico de campanas coloniales en Guanajuato. En total, realicé más de 50 grabaciones originales, fusionando así el paisaje auditivo mexicano con el aura de misterio y seducción que Santana evocó magistralmente en su música.

Santana: Mi primer encuentro con la Magia Negra

Mi principal motivación era recrear aquella primera impresión que tuve al escuchar "Black Magic Woman" de Santana. La música entró por mis oídos y me recorrió como un rayo oscuro, sensual e imposible de ignorar. Ahora buscaba capturar y reproducir esa misma emoción profunda en el oyente armenio y global, a través de mis composiciones para Rambalkoshe.

Colaborar con el museo no solo fue una oportunidad creativa excepcional, también amplió significativamente mi perspectiva sobre el alcance y calidad de mi propio sonido. Confirmé que mi trabajo podía trascender fronteras culturales, impactando en países tan distantes y diferentes al mío. Emocionar a personas de otras latitudes es, sin duda, una de las recompensas más hermosas que he experimentado como productor musical.

Música irrepetible

Decidí crear tres piezas exclusivas que nunca serán publicadas fuera del proyecto. Esto fue tanto una muestra de respeto profundo hacia Rambalkoshe como hacia mi propia visión artística. Estas canciones fueron concebidas desde su origen específicamente para este proyecto armenio, y esta exclusividad me llevó a reflexionar sobre la fenomenología de lo efímero en el arte: crear algo que solo existirá plenamente en un espacio y tiempo específico, para luego desvanecerse en el recuerdo auditivo de quienes lo escucharon.

Rituales artísticos y transformaciones personales

Vaham me invitó además a seleccionar entre varias ilustraciones de un mural del museo Rambalkoshe, sobre las que cada productor musical favorito diseñaría una pieza sonora. Entre los curados se encontraban varios de mis héroes musicales personales, como Acid Pauli y Viken Arman. Haber sido incluido en esa selecta lista de artistas fue una experiencia profundamente transformadora, tanto personal como profesionalmente.

Este proceso ritual de composición, cargado de intención, apertura y respeto hacia lo que representaba el proyecto Homard, me abrió puertas para viajar y establecer conexiones valiosas con personas que conocieron mi trabajo gracias a esta colaboración.

Mi consejo a todos los artistas es claro: siempre asuman riesgos y acepten con honor aquellas propuestas que puedan beneficiar su crecimiento artístico. En total, invertí cerca de 800 horas en este proyecto, cada una de ellas registrada cuidadosamente para la posteridad. La colaboración internacional no solo amplió mi horizonte artístico, sino que me confirmó que cada riesgo tomado es un paso más hacia el crecimiento real.

Porque al final, cruzar continentes con nuestra música es quizás la manera más hermosa de confirmar que el arte verdadero no conoce fronteras, solo latidos universales.

Puedes escucharlo en el link de abajo.

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